jueves, 11 de octubre de 2012

San Francisco, la ciudad de la diversidad

                             

Hola de nuevo queridos lectores. De entrada, remarcar que acabamos nuestra experiencia Californiana por todo lo alto, como no podía ser de otra manera. Menudo trauma mental y jet lag nos espera a la vuelta... snif, snif. Ayer abandonamos Monterey con intención de pasar el día en Santa Cruz, conocida por ser también nombre de una mítica marca de skate/surf y sus magníficas playas con oleaje . Pero como al llegar vimos que sería un poco más de lo mismo, decidimos saltarnos la parada. Total, para que nos refregaran por la cara el buen marisco que venden en los muelles y seguir viendo calas preciosas, pues era un poco más de lo mismo. Eso si, paramos por el camino a hacer unas risas con los grandes cultivos de calabazas que hay por todos lados preparando la inminente velada de Hallowen. 

Así que la alternativa era clara: como queda poco, vamos directos al ajo, de vuelta a San Francisco, o “San Quico” como lo queráis llamar. Llegamos un poco del improvisto, sin tener alojamiento ni sin saber bien a dónde parar. Primero paramos en el latino barrio de la Misión, pero entré en un hostal de mala muerte y decidimos abortar misión. Rápidamente, enfilamos hacia el hostal donde nos alojamos nada más llegar la primera fecha, a pesar de los problemas que conlleva aparcar en pleno centro (tuvimos que pagar los dólares del parking, en fin). Nos cargamos el estómago de burritos y nachos a la vieja usanza, en un puesto mejicano auténtico, y a caminar.

  


De entrada, decir que el rollo soleado y guay aquí no existe: siempre está la maldita nube, niebla y viento en cada esquina de la ciudad. Los huesos se te humedecen al empezar a andar. Gajes de “San Quico”. Lo principal e impactante que cabe remarcar es que ésta es una ciudad de personajes en todos los sentidos. Hay una diversidad nunca antes vista. Los sin techo se amontonan en todas partes, incluso en el pleno centro financiero, arrinconados frente a los restaurantes y garitos de alto standing. Da bastante pena, hay que reconocerlo. Hay muchos y este es un gran problema en el denominado país de las oportunidades.

La intención era enfilar hacia el barrio de Castro, conocido por ser el bastión de la homosexualidad en el estado de California. Aquí los gays y lesbianas lucharon duro por sus derechos y han acabado manejando un barrio de lo más curioso, dónde regentan negocios y bares por doquier. Todo muy bien montado. Banderas del arco iris ondeando en todas las esquinas, lo que para muchos americanos de la vieja escuela sería algo similar al diablo en persona. Cosas de U.S.A. Nos sentimos a gusto observándolos, viendo como viven su día a día. Tras ello, volvimos de nuevo al barrio de Haight-Ashbury, dónde ya estuvimos la otra vez pero nos quedamos con las ganas. Probablemente, es de las mejores calles de la ciudad: murales hippie, homenajes en los árboles a Hendrix, Dylan y Joplin, buena gente, más olor a hierba que en un huerto, y tiendas muy interesantes. La única pega es que el frío siberiano apenas te deja mantenerte en la calle sin ir entrando constantemente a refugios. Y como ya era tarde y de noche, nos agarramos el bus 71 y de vuelta a nuestra abarrotada habitación de 12 camas, sin saber bien ni dónde nos tocaba dormir (la hemos liado un poco al parecer).

Por la mañana nos hemos vuelto a despertar en forma gracias al desayuno a base de beaggels con mermelada y zumo de naranja que ofrece el hostal. Se agradece tal hospitalidad para el buen viajero. La primera meta era poner rumbo a una ciudad a tomar viento para visitar un outlet y terminar las últimas compras. Que si Levi's, que si unas bambas...todo a precio tirado. El dólar cunde, amigos. Luego ibamos a adentrarnos en los Muir Woods, al norte del mítico puente de Golden Gate, pero la niebla y la lluvia nos han acabado echando atrás. Menudo mareo de curvas para nada...imprevistos del viajante.

Visto el fracaso, nos hemos adentrado de nuevo en la jungla de asfalto para descubrir el barrio de la Misión. Para sintetizarlo, es más o menos como adentrarse en el corazón de Méjico o Nicaragua, con ciertos elementos chinos y más personajes difíciles de calificar. Todo muy descuidado y degradado, con comercios muy raros y murales callejeros a cada esquina. Eso si, nos hemos parado a comer un pollo asado con patata a 6 dólares que nos ha alegrado el alma. Comer en plato se añora muchísimo por estos lares.

 
Al girar la calle y adentrarnos por Valencia st. todo ha cambiado radicalmente: una calle mucho más limpia y ordenada, con cafés y galerías de arte curiosas, tiendas de segunda mano con buen material y gente agradable.  Los entornos cambian radicalmente girando tan solo una avenida, es impresionante. Nos hemos quedado encantados, es de esos lugares en los que te perderías todo un día tranquilamente parándote en cada rincón. Tomamos buen café expreso, compramos alguna tontería más y rumbo hacia Market st, la avenida diagonal que cruza San Francisco. Aquí de nuevo más vagabundos, borrachuzos y drogados varios, conviviendo con total normalidad con la gente de más poder adquisitivo de la ciudad. Todavía nos choca.

Como cierre ideal a nuestra última noche aquí, en el hostal invitan a vino y queso por la patilla. Estamos en un lobby lleno de gente con un dj poniendo música rara. Mañana daremos los últimos tumbos antes de iniciar la perezosa travesía de vuelta, vagando por aeropuertos, horas de espera, siestas y jet lag. Que poco ilusiona, pero así es la vida. Todo lo bueno siempre tiene un fin. Ojalá toda la vida fuera así....LOVE!!
















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